martes, 29 de diciembre de 2020

La biblioplaza del 2020, nuevas dimensiones. Por Ailín Muchella

            La pandemia ha transformado nuestra cotidianeidad escolar. La ausencia de los cuerpos, los gestos y el tiempo compartido en las aulas y en las instituciones nos ha obligado a repensar las prácticas mismas de enseñanza y de encuentro para el aprendizaje. Al inicio de este tiempo, circuló un artículo de una psicoanalista cuyo título sintetizaba las sensaciones que atravesamos en un principio: “El mundo se detuvo y nosotros quedamos pedaleando en el aire”, decía ella. Las palabras que predominaban eran incertidumbre, angustia, sinsentido, reclusión, fragilidad. Ante esta situación, fuimos interpeladas para pensar nuevas formas de sostener los espacios que creímos vitales.

La primera vez que me sumé a la Biblioplaza sin saberlo, lo hice a través de un grupo de WathsApp cuyo nombre era “Lecturas previas”, previas a qué me pregunté.  Allí un grupo de mujeres, que después supe eran maestras, profesoras, bibliotecarias, mediadoras de lecturas, artistas plásticas, trabajadoras sociales, actrices, jubiladas, se reunían una vez a la semana para compartir lecturas con algún propósito previamente conversado. Entre las lecturas predominaban las literarias. Será por eso que decidí alojarme en ese espacio virtual, incierto, frágil y sin rostros.

Recuerdo que la primera consigna en la que participé consistía en elegir un texto para saludar al día (al sol) y otro de despedida (a la luna que llega o al sol que se va). Así en un tiempo pautado, de modo organizado fuimos leyéndonos, pasándonos autores y comentando los textos elegidos… se veían coincidencias incluso entre quienes no nos conocíamos. Empezó a aparecer la idea de la magia, de las conexiones del universo de la palabra, de los intereses. Lejos de una mirada ingenua o mítica del asunto, me refiero a que nuestros intereses de humanas reverberaban ahí y se revelaban de a poco… algo como el dicho “Dios las cría, el viento las amontona”.

Así cada viernes acordábamos alguna consigna de juego, muchas veces las inventábamos y proponíamos nosotras mismas. De las conversaciones y ocurrencias, las consignas tomaban formas novedosas e invitaban al juego. Empezó a constituirse como un espacio-tiempo sagrado, vital, de recuperación del encuentro de mis días rutinarios de encierro y cuidado. Empezó a ser el espacio para revisitar lecturas y para descubrir nuevas. Empezó a ser el caldero de la creatividad que estaba necesitando para repensar toda mi tarea cotidiana de enseñar en escuelas que no podíamos habitar. Empezó a ser un proyecto preocupado por cómo acercar literatura al espacio público. Del grupo de los viernes, después de los lunes y por ahora de los martes, renace la proyección de la Biblioplaza en Plottier.

Al iniciar el año, las proyecciones de la biblioplaza quedaron registradas en su blog, allí se narra unos de los primeros encuentros que anunciaban cierta ritualización del espacio de preparación, dice Alejandra Cortez (2020):

“En el verano la lectura fue en el río. Se reunieron chorizos y ensaladas para unos ricos choripanes. Después llegó la lectura, la conversación sobre esas lecturas mientras la tarde se hacía noche y se encendían las linternas. Como siempre hubo entusiasmo, promesas. Todo hacía pensar en la inauguración de un nuevo rito biblioplacero, pensando siempre en el gran encuentro en una plaza que ya se imaginaba y que estaba apalabrada con gente de sus alrededores.”

Para no perder el encuentro, se abre el grupo de WhattsApp. Las medidas de cuidado se extienden en el tiempo, empiezan a aparecer en las conversaciones virtuales las fotografías de las plazas -esas que encontrábamos en las caminatas necesarias-, plazas todas vacías, solitarias, grises de invierno y sin más ruido que el de los teros. Las plazas ya no eran espacios de infancias que ríen, de mates bajo el sol entre vecinas, de encuentros amorosos de adolescentes… eran ahora territorio de abandono, de clausura con cintas que prohibían los juegos. ¿Cómo llevamos la biblioteca a la plaza sin las bibliotecas, sin las plazas?

La unión de las voces diversas y los trayectos de cada una son una fuente para la creación colectiva. Frente al distanciamiento social hallamos nuevas posibilidades: altoparlantes que reciten poesías por los barrios, instalaciones de radios abiertas o poesía en altavoces en ferias al aire libre, difusión de ráfagas poéticas en radios del interior y del alto valle, difusión de propuestas en redes sociales, talleres virtuales de escritura creativa por WhattsApp, vivos de Instagram para conversar en torno a la lectura, a las palabras, al acceso a la cultura… en fin, las ideas se multiplicaron al calor de los encuentros vitales de cada semana. Es un espacio abierto a la creación entre nosotras, con otrxs y para otrxs…

Este año, tan particular, la biblioplaza se sostiene. Se acuerpa a través de las voces, de lo que leemos y se nos enraíza,  a través de las posibilidades de las fotografías y los videos, de la posibilidad de dibujar nuestros propios mapas de lecturas para construir espacios para que otrxs recorran. Aprendemos juntas y en esas producciones de “lecturas previas” nos estamos armando, preparando, ideando y soñando para que la literatura sea el refugio de quien lo necesite, en el espacio de decisión, público y compartido, de todxs y de nadie, donde las cosas suceden y dejan huellas de mundos posibles: las plazas.

Mi participación es reciente, y coincidió con la pandemia. Pero la biblioplaza lleva ya varios años en pie, y los registros visuales y escritos de modo público muestran su existencia a partir del 2017. Para quienes habitamos en el pueblo, sabemos que ya en 2017 la biblioteca estaba en pie ocupando el parque España, en pleno centro de la ciudad… convocando a infancias, familias, maestras con sus grupos, adolescentes. No sólo ofrece libros para leer, sino propuestas lúdicas que median la lectura: susurradoras de poesía, cuentacuentos, lectura en voz alta, experiencias con música y percepciones. También ofrece espacios para jugar a escribir, para los presagios literarios, para encontrar tesoros en un lorquero… Las propuestas abundan y este año, se han multiplicado.

La coordinación es horizontal, es rizomática, cada una explora sus placeres literarios, se junta con otra, busca la forma, propone y avanza en el camino hacia la construcción del espacio. Todas aprendemos de la propuesta de la otra y  gestionamos aquello que desconocemos entre todas. El mundo se detuvo pero nosotras seguimos pedaleando, podríamos afirmar. ¿Quién hubiera dicho que era posible en este contexto sostener un espacio de co-formación entre pares? ¿Una comunidad que lee y comenta, que escribe consignas y resuelve, que piensa propuestas colectivamente para llevar hasta la comunidad que habita? ¿Qué podría haber unido a diversas profesiones e instituciones tan intensamente sin compartir el espacio físico como lo hizo la biblioplaza? ¿Cómo hubiéramos podido trazar puentes entre Cipolletti, Neuquén y Plottier para poner en el centro de la plaza la lectura como práctica social?

La respuesta ya viene deslizándose desde líneas arriba hasta llegar, precisa, al último punto: la palabra poética lo hizo.




























Bibliografía referida

·         SUAREZ, Daniel (2016) “Escribir, leer y conversar entre docentes en torno de relatos de experiencias” en Revista Brasileira de Pesquisa (Auto) Biográfica, Salvador, v. 01, n. 03, p. 480 a 497, set/dez. Disponible en: https://revistas.uneb.br/index.php/rbp

·         CORTEZ, Alejandra (2020) “Mirarse de lejos”, entrada del blog Biblioplaza de Plottier. Disponible en: https://biblioplazaplottier.blogspot.com/

·         KOHAN, Alexandra (2020) “Entrevista: El mundo se detuvo y quedamos pedaleando en el aire” en Revista Mate online. Disponible en: https://www.revistamate.com.ar/2020/03/alexandra-kohan-el-mundo-nos-silencio-a-nosotros-el-mundo-se-detuvo-y-nosotros-quedamos-pedaleando-en-el-aire/?fbclid=IwAR1wJO7AGDoq1DOLUnmAvLe8-wUuxviIDL3hvEe7SfqBSnKXS4gENA9NSr4




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